La actitud personal de cada individuo frente a la prevención de riesgos es decisiva y sólo conociendo bien cada riesgo, comprendiendo a fondo la medida de prevención que corresponde y asumiendo su parte de responsabilidad preventiva en la organización, se consigue un comportamiento adecuado y unos resultados tangibles. En estas buenas prácticas analizaremos los factores que pueden influir, principalmente, en la actitud preventiva de los trabajadores, lo que probablemente conduce a tener que abordar problemas ocultos de organización o de responsabilidad en el seno de la empresa.
1. El trabajador puede tener una idea de falsa seguridad
Es necesario sentirse amenazado para que surja el sentimiento de inseguridad y, en general, lo primero no ocurre o se ve lejano, llevando a una falsa seguridad.
2. El trabajador conoce el riesgo, pero piensa que no puede hacer nada
Es necesario convencer de poder actuar contra el riesgo y persuadir de poner en marcha de forma constante una determinada medida de seguridad. De lo contrario, el trabajador minimiza el peligro para reducir el malestar que le genera conocer el mismo sin concienciarse de la solución.
3. Un método seguro de trabajo entra en conflicto, a menudo, con otras necesidades
En general, no se experimenta sólo la necesidad de mantenerse indemne y en buena salud, sino que también se quieren obtener otras fuentes de satisfacción como: cumplir con el trabajo, ser valorado por colegas y superiores, sentirse bien en su entorno, tener buena imagen, etc. Antes de actuar se valoran, en general, las consecuencias posibles y se elige la actitud que proporciona más efectos positivos que negativos. En este momento, otras necesidades pesan quizás más sobre la decisión que una actitud de acuerdo a la prevención, ya que los accidentes son acontecimientos raros y, en consecuencia, se piensa que es improbable que sucedan.
4. La experiencia, a veces, conduce a una pista falsa
Las buenas y malas experiencias influyen en el comportamiento humano. Formas de comportamiento que han sido ventajosas una vez se repetirán en situaciones similares. Con el tiempo se transforman en hábitos. En caso de fracaso pasa lo contrario: situaciones y formas de comportamiento que han presentado inconvenientes se evitarán en el futuro. En materia de seguridad en el trabajo no se puede uno fiar apenas de este proceso natural de aprendizaje: por regla general aprovechamos muy poco las ventajas de un modo de trabajo seguro pues, en general, no pasa nada. Contrariamente, a menudo genera inconvenientes y son ligados a gastos suplementarios y limitaciones personales. En la mayoría de los casos no hay daño en un comportamiento contrario a la seguridad, pero es muy posible que, por otro lado, haga ganar tiempo.
Es primordial reconocer dónde existe el bloqueo de la acción preventiva, conociendo ya los obstáculos existentes. Si se descubre lo que induce a una persona o a un grupo de personas a comportarse de forma opuesta a la seguridad en una situación determinada, se pueden aplicar las medidas que convienen en ese punto preciso.
Con el objetivo de estimular un comportamiento seguro se debe:
Informar sobre los peligros y las medidas de protección
Cuanto mejor se comprenda el peligro, mayor será la disposición a adoptar medidas de seguridad, transmitiendo la información sobre los riesgos de forma concreta y competente e ilustrar, si es posible, lo que se puede producir con experiencias prácticas o ejemplos de accidentes.
Asociar siempre las informaciones sobre peligros a las actuaciones preventivas
Es importante reaccionar a las cuestiones y objeciones que planteen los trabajadores sobre los potenciales riesgos, siendo necesario trabajar a fondo los temas para que se asocie siempre el riesgo con la prevención y/o protección y se convenzan las personas de que la medida es necesaria, les protege y es realizable. Así se elimina el malestar que genera la idea del peligro por sí sólo y su posible minimización interior.
Inducir a la participación
Para lograr armonizar el comportamiento seguro con las necesidades personales y las exigencias de la empresa conviene integrar a las personas afectadas, tanto en la elaboración de las medidas, como en la elección de los EPI o de nuevos instrumentos o máquinas. La participación aumenta el nivel de aplicación de las medidas y favorece su aceptación, siempre que la empresa "se interese por las respuestas" a las preguntas planteadas "o por las sugerencias" presentadas por los trabajadores, "actuando en consecuencia". De lo contrario, la participación decaerá y la decepción frenará el impulso adquirido, y la política de la empresa perderá credibilidad, hecho muy difícil de recuperar.
Incorporar en la empresa una cultura de seguridad creíble
Cuanto más vivida de arriba abajo sea la cultura de la seguridad, más integradas estarán todas las acciones y más sencillo será impulsar el comportamiento seguro. Los trabajadores interpretan de qué manera la empresa toma en serio la protección de la salud después de poner en marcha el plan de prevención en la empresa.
Motivación y recompensa
Dado que el beneficio de un comportamiento seguro no es evidente a primera vista, es necesario mirar más a fondo. Por un lado, puede ser motivador relacionar un comportamiento conforme a la seguridad con efectos positivos bajo forma de recompensa, pero es igual de importante despojar de todo atractivo todos los comportamientos contrarios a la seguridad.
Las felicitaciones son una motivación fuerte. Los elogios motivan cuando son importantes y reales. Los métodos de trabajo conforme a la seguridad pueden ser reforzados, integrando la seguridad en la apreciación del rendimiento y del comportamiento.
Por ello, se debe informar bien de las razones, definir lo que se entiende por un comportamiento conforme con la seguridad, basado en actitudes y buenos hábitos (no en "no tener un accidente", hecho que no se puede controlar), así como dar indicaciones sobre eventuales posibilidades de mejora o de promoción.
Las acciones de motivación deben ser potenciadas en esta situación donde, como se indica al principio, el comportamiento exigido es contrario a la naturaleza humana. La capacidad humana de rendimiento depende de influencias físicas, psíquicas y ambientales. Cada ser humano puede distraerse y algunos no pueden concentrarse sin parar. Fatiga, monotonía y estrés aumentan el riesgo de error. Los errores de percepción no pueden ser simplemente eliminados gracias a la buena voluntad, por lo que las medidas de motivación no son suficientes para la prevención. Por todo ello, y como marca la normativa, lo más importante es, en primer lugar, excluir la posibilidad del riesgo mediante todas las medidas técnicas y de organización posibles.
Fuente: INSHT
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